J Canfield

La escultura ha sido una constante en mi vida, así como el interés por la cultura particularmente la música. Soy del barrio de la Condesa / Hipódromo  de la CDMX.

Desde que recuerdo, he estado  ligado íntimamente con gente  dedicada al mundo del arte.

Cuando nací, mi papá pagó parte de los honorarios al médico encargado, con la escultura de bronce de una yegua echada con un potrillo en ciernes, luchando  por  estar de pié  en cuatro patas, y que tenía por título «El primer amanecer». No estoy seguro de que mi padre la construyera específicamente para esta ocasión pero así sucedió…

— Por cierto que el doctor que recibió la escultura era mi desaparecido tío abuelo Reynaldo C. en un sanatorio de su propiedad. La Clínica Churubusco, en donde nacimos varios primos–

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(Esta escultura en Campos Elíseos en Polanco CDMX la hicimos junto con mi hermana Beatriz cuando yo era niño)

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La infancia sucedió entre situaciones domésticas raras y comunes, más de las primeras que de las segundas y entre talleres de escultura y de fundición. Para mí lo natural   fue ver a la gente alrededor mío, ganarse la vida  esculpiendo, pintando, escribiendo y haciendo teatro,  música, danza, etc.

En repetidas ocasiones participé «de perdida» acompañando y cargando cosas en la instalación y en la inauguración de diferentes monumentos. También en algún momento fuí productor ejecutivo de la compañía nacional de teatro y danza de la UNAM. Trabajé como coordinador del Concurso Nacional para leer la ciencia desde México y como diseñador de portada, también en Fondo de Cultura Económica, institución que admiro y a la que le tengo cariño—a dos cubículos del amable Sr. Miguel de La Madrid Hurtado —.
Trabajé como diseñador y pintor de los espectaculares del Museo Nacional de Antropología e Historia sobre Av. Reforma de la CDMX. Trabajé como escenógrafo en el Canal 11 del IPN para el programa Toros y toreros y escuela para padres.

Una vez, por accidente, le arruiné accidentalmente una cámara de video, la cámara, de «»miiiiles de dooolaaareeess»» al mismísimo Alfonso Cuarón cuando (en plena producción de «La hora Marcada» de Tele-risa) intentaba lanzar por unas «claraboyas» (ventanitas de castillo medieval) un líquido muy espeso azul y asqueroso (que yo inventé), supuestamente este lodo azul se derramaría por las fétidas y vaporosas claraboyas del castillo de un Ogro Azul amargado y muy malo. En lugar de eso al momento de la acción bañé la cámara, y salpiqué severamente al director y a su crew!. Es un hecho que se enfureció toda la producción porque estábamos a cero grados, empapados porque llovía y eran las 5 am tras grabar toda la noche en el sótano del Desierto de los Leones.

Trabajé como maestro representante de Conaculta/ INBA directamente con el maestro Alberto Díaz de Cossío y como representante del museo de culturas populares de Coyoacán, por unos buenos meses tanto en Terrenate Tlaxcala como después sucedió en Huatabampo Sonora, lugares en donde se implementaron dos talleres productivos diferentes que a la fecha y tras el paso del tiempo perduran en beneficio de ciertas comunidades que realmente lo necesitan ( y guardo con orgullo contacto con algunas de esas valiosas personas. Uno de estos talleres se concentró en procesos de moldeo y reproducción para materiales cerámicos y otro diferente al otro lado del país, de moldes y vaciados en cera para una fábrica de cirios y velas) .

 

Una de las cosas que más satisfacción me ha dado fue crear un alfabeto dactilológico para una fundación que trabaja en función de la comunidad de sordo ciegos. Sin duda le dio sentido a mucho trabajo realizado.

Terminando la primaria, de rigor, ganaba mis domingos retocando ceras para luego fundir los bronces. Hoy conozco muy poca gente que lo sabe hacer bien porque te quemas fácilmente, si te distraes un poco deformas las ceras, las adelgazas, la rompes. Puedes pasar días trabajando y en el último instante simplemente se te resbalan al suelo y tán tán, se hacen mil pedazos y hay que comenzar todo de nuevo y desde cero…

Juan-Canfield,-escultor,-Ceras

Existe la escultura grande (como de 2 m) de bronce de un niño de 7 años aprox, que está con su papá sacando un gran pez del agua en un islote de los lagos del bosque de Chapultepec en la que hice el trabajo como «modelo» así que la escultura soy yo :). La modeló mi papá junto con el desaparecido maestro Salvador Soto.

Con este trasfondo nadie se interpuso con mi propósito de estudiar artes plásticas y todo lo posible involucrado con el tema de la técnica de los materiales en las aulas de la ENAP y en las aulas del EDINBA en la CDMX

El oficio de escultor tomado en serio puede ser tan activo y dinámico como uno mismo quiere que sea.

Creo que un escultura bien hecha, como un buen proyecto, es como una bola de boliche que derrumba «bolos» con formas múltiples de gente, de tiempo y espacio. Que esta bola, si eres paciente, puede volver a tu propia  mano. Pero hay que tirarla cada vez mejor, con mayor sutileza, técnica y belleza…

Diseño y a veces construyo símbolos y señales. Disfruto mi trabajo porque me concede la oportunidad de continuar una búsqueda constante y de mejorar los métodos. Y porque con el oficio de escultor en la mano he caminado por una ruta alterna que me mueve por el borde de lo común.

 

 

Sé que hacer escultura es un acto serio de productividad y de introspección.  Es una forma antigua de comunicar  que seguirá vigente mientras vigente sea la humanidad.   Es un trabajo que  involucra el tiempo con el espacio y en sus resultados define actos y situaciones.

La verdad complementaria es que me abstraigo en la medida de lo posible  de la sórdida realidad del mundo actual porque creo que es vital. Y esto lo busco entre los muros de mi taller concentrado en lo abstracto de simplemente construir algo bien, o por lo menos lo mejor que pueda en ese momento…

Porque sin lugar a dudas y a pesar de las adversidades creo que lo mejor siempre debe de estar por venir.

 

J Canfield.

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